Era de noche, una oscura bruma abrazaba las calles que de pronto se habían silenciado y de entre aquel sepulcral silencio surgió un ligero ruido, unos tacos haciendo toc, toc, sobre el pavimento frio acompañados de un murmullo que parecía hacerse mas grande y expresivo: “maldito bastardo, no puedo creer que me haya dejado convencer de ese idiota de ir a su casa” reclamaba mientras se detenía en uno de los pocos postes de luz que aun servían congelando el ruido de sus zapatos de taco alto.

Su ropa de marca exclusiva parecía haber sido desgarrada mientras su hermoso rostro tenia las marcas de una salvaje golpiza aun fresca por la sangre que aun brotaba de sus heridas. Sus manos temblorosas trataban de arreglar su ropa y cabello como queriendo olvidar aquel suceso, tan concentrada se mantenía en limpiar la sangre de su rostro y arreglarse que no se dio cuenta cuando una figura a sus espaldas la sorprendió susurrándole: “¿mala noche jovencita?” La muchacha se sobresalto pero al darse vuelta observo a un anciano de elegante vestimenta sonreírle amablemente, la muchacha aun con desconfianza le devolvió la sonrisa y asintió con la cabeza. En silencio el viejo le hizo señas a que la siguiera y como si de una orden se tratase la joven mujer lo siguió en silencio hasta una vieja casa.

Una corriente de aire frio recorrió la espalda de la muchacha mientras observaba la sala del anciano a media luz, parecía un cementerio de recuerdos con pinturas macabras y en una pared cercana cientos de recortes de periódico acerca de cruentos asesinatos que recorrían mas de un cuarto de siglo de un anónimo monstruo. Cuando el anciano se percato de la expresión de pánico de la joven este tan solo sonrió arrugando mas su cara surcada de arrugas y dijo:

El anciano se quedo observándola extrañado por su actitud y le pregunto: “¿Esta segura que no quiere sentarse?” a lo que la joven lo negó con la cabeza. Un largo suspiro resoplo de la fina nariz del viejo y sacándose la chaqueta negra y arreglando su canoso cabello saco una fina daga arremetiendo al cuello de la muchacha, la lucha duró apenas unos segundos hasta que uno de los dos cayo en el piso de madera mientras el otro se iba desnudando y arrancando pedazos de su piel humana para reemplazarla por la de una bestia de grandes colmillos quien se dispuso a devorar el cuerpo que yacía caliente pero inerte en el piso.

La vieja puerta de madera se abrió con un leve chirrido mientras una sombra silenciosa emergía de la casa y una leve sonrisa se ilumino con la pálida luz de la luna mientras una voz de mujer susurraba para si misma: “todo es mas fácil al segundo intento” y aquellos zapatos de tacón alto volvieron a resonar en las calles desiertas con un seco sonido, toc, toc, como si estos llamara a las desdichadas almas a su perdición.